sábado, 14 de enero de 2012

Bienvenido

Paisaje de la muerte en contenedores de residuos
Estaba hurgando la basura de mi bote, en busca de las cubiertas de celofán con las que envuelven las cajetillas de cigarros; estas las derrito formando pequeños cubos, que voy aplanando, dando forma para que queden perfectamente parejas para añadir otro fragmento de celofán. Mientras lo hago, observo innumerables veces la pantalla de la computadora, cualquiera pensaría que estoy tanto tiempo frente a ella contando los pixeles que forman la imagen que destella en mis lentes, cuando en realidad trato de escribir. 

Muchas veces he pensado en ir juntando esos cubitos para algún día unirlos con calor. Siempre los pierdo. Qué tan grande podría llegar a ser el cubo que junte con todos los plásticos de las envolturas de las cajetillas de los cigarros que fumo diariamente. Lo mismo he pensado con la ceniza del cenicero que constantemente estoy vaciando en el bote de basura. Quizá si la juntara, podría crear con ella composta para las plantas que se secaron por no atenderlas al estar tanto tiempo frente a la pantalla del ordenador; o tal vez podría crear con ellas algo de arte efímero. 

Al "padecer" un vicio tan fuerte como el tabaquismo, han sido innumerables las ocasiones en que he escuchado alusiones a la muerte, sobre la salud y la ausencia de ella. Ese es el problema ¿es la vida o la ausencia de la muerte lo que deseamos? ¿es la salud o la ausencia de enfermedad lo que anhelamos? La primera palabra de la primera definición del diccionario que tengo a la mano me encontré en la definición de vida (obviamente después de etimología latina) "resultado"; en la definición de muerte, la primera palabra que se encuentra es "cesación". ¿Es la muerte la cesación de un resultado? Con el resto de las definiciones podemos dilucidar que, mientras que la vida es diacrónica, la muerte es un punto sobre la recta, el último. Y si una recta es el camino de un punto a otro, ¿la vida es el camino más corto del nacimiento a la muerte? (no lo dije yo: Larousse Ilustrado, 1996) 

Esta explicación podría parecer lógica, pero no es necesariamente cierta, poética, quizá. El problema es que se mezclan una explicación matemática, euclidiana, y la otra, biológica, física o metafísica. Pero lo importante no es considerar o lograr resolver ¿qué es la vida? sino tomar como parangón la lógica geométrica para apreciar las "formas" (otra vez, la geometría se hace presente) de vivir, de cómo vivir. La rectitud de la vida, sin variantes, es una de las apreciaciones que la cultura occidental a partir de la ruptura con las visiones cíclicas del tiempo, encontradas en las culturas antiguas, tienen en comparación con la visión del tiempo lineal de la tradición judeo-cristiana. Sin embargo, existe una contradicción geométrica. 

Mientras que las sociedades occidentales (u occidentalizadas a fuerza de la violencia), han dado primacía a las percepciones visuales, subordinando las percepciones olfativas, sonoras, táctiles, gustativas, sentimentales, intuitivas (Durán, 2009: 27 - 61); esta hegemonía de lo visual también tiene sus restricciones. Una gama cromática limitada y la uniformidad en la textura, la perfección de la porcelana frente a la imperfección de la roca (por eso los diamantes se "cortan"). La riqueza está en la perfección de lo humano, de lo netamente cultural, contra lo burdo e interminado de la naturaleza, la magnificencia de la obra de la obra divina. Por otra parte, lo abigarrado, lo colorido, lo variado, ha sido considerado por la cultura occidental como residual, folclórico, de mal gusto, mientras que conceptos como recto, claro, terso, uniforme, derecho, connotan virtudes. 

Lo folclórico
La racionalidad, perfectamente expresada en los preceptos de la lógica euclidiana, en la que las formas no existen sino como modelos ideales, ha asimilado estas figuras ideales de la uniformidad visual para categorizar los comportamientos, y por lo tanto, asegurar lo cánones bajo los que se rige el comportamiento social e individual y las "formas" de la vida. La nariz recta, la ausencia de vello, el pudor al no mostrar las protuberancias y partes heterogéneas del cuerpo, el vientre plano, lo civilizado de la calle contra lo bruto de la montaña, el comportamiento de la masa, la masa misma, un tipo, la combinación de la ropa, el tipo de familia, de relaciones sentimentales, de hablar, de caminar, la elegancia, el recato, el tipo, los tipos y las tipologías; sin embargo, ¿no es esta linealidad, esta rectitud, el camino más corto para llegar a la muerte? 



Ni siquiera el viejo Beppo, que se daba cuenta de tantas cosas que los demás no veían, observaba los hombres grises que recorrían, incansables, la ciudad y parecían estar siempre ocupados. Y eso que no eran invisibles. Se les veía, y no se les veía. De algún misterioso modo eran capaces de pasar desapercibidos, de manera que no se les observaba o se volvía a olvidar, en seguida, su aspecto. Así podían operar en la clandestinidad, precisamente porque no se ocultaban. Y como nadie reparaba en ellos, nadie les preguntaba de dónde habían salido y de dónde salían, porque cada día eran más. Circulaban por las calles en elegantes coches grises, entraban en todas las casas, se sentaban en todos los restaurantes. Muchas veces hacían anotaciones en sus agendas. Eran unos hombres vestidos con trajes de un color gris telaraña. Incluso sus caras parecían ser de ceniza gris. Llevaban bombines y fumaban pequeños puros grises. Cada uno llevaba siempre un maletín gris plomo. (Fragmento de Momo, de Michael Ende) 

Algún día tendré tantos cubos de celofán derretido que con ellos podré construir el ataúd en el que me lleven a mi última morada y tendré tanta ceniza que con ella podrán cubrir mi tumba; esa es mi forma de ser recto en la vida

Obras citadas
DURAN, María de los Ángeles, (2009) “Paisajes del cuerpo”, en Joan Nogué (ed.), La construcción social del paisaje, Madrid, Biblioteca Nueva, pp. 27 - 61
ENDE, Michael, (1984) Momo. Los hombres de gris.